Un nuevo modo de ver el mundo |
Luis Diego Marín Schumacher (*)Hace tan solo 10.000 años la población del planeta Tierra era de un millón de personas. En la actualidad, cada cuatro días nace esa cantidad de gente. Quizás con solo ese dato, es muy sencillo comprender en la clase de lío en que se encuentra inmersa nuestra especie. Una buena parte de esa población desarrolla sus vidas aplicando conceptos erróneos, como la idea de que los seres humanos tenemos derecho sobre todas las demás especies con las que compartimos el planeta. Esta visión mecánica del mundo fue llevada muy rápidamente a sus conclusiones lógicas más extremas, siendo la base de la mayoría de religiones, en donde incluso se le ha dado forma humana a un dios, en el caso de las religiones monoteístas, o a varios dioses, en otras creencias. El filósofo y matemático francés René Descartes (1596-1650), contemporáneo de Galileo, fue uno de los grandes arquitectos de la cosmovisión moderna. Para él, sólo la mente humana era consciente, los animales ni siquiera tenían la capacidad de sentir. Sepámoslo o no, la visión “descartesiana” actualmente mantiene su influencia en muchas personas y sigue moldeando la manera de entender el mundo de la mayoría de seres humanos. El mundo moderno ha olvidado la necesidad de esta reciprocidad. Se trata a la naturaleza como algo inerte, sin interioridad, como un simple objeto de explotación. La mayoría de personas olvidaron la verdad fundamental de que la Tierra es primaria y que nosotros derivamos de ella. Pero aun no hemos logrado que esas realidades sean motivo de inquietud, interés o urgencia para la gran mayoría de la sociedad. Sin duda, aun nos falta un largo camino por recorrer. El respeto a todas las formas de vida, la búsqueda de un verdadero equilibrio, no habrá de darse en los próximos años, pero los y las ambientalistas seguimos sentando los precedentes de lo que será el movimiento social más importante de este milenio, en donde al fin una gran mayoría de seres humanos aplique esa fundamental filosofía. Actuando en contra la naturaleza. El cerebro humano está compuesto por más de 100.000 millones de neuronas y, aunque nuestra especie se haya “desarrollado” de manera muy veloz, tal parece que tanta inteligencia no está sirviendo de mucho. Vemos día a día cómo nos estamos dirigiendo hacia un futuro incierto. En este momento, el planeta Tierra está siendo atacado como nunca antes en el pasado. El ejemplo más reciente fue el fracaso de la cumbre mundial de cambio climático, celebrada días atrás en Dinamarca. Con suma tristeza podemos ver en la actualidad, que cada vez más personas aplican las salvajes normas “descartesianas”, actuando en contra de la naturaleza. En Costa Rica, uno de los temas más relevantes fue la irracional decisión del presidente Oscar Arias Sánchez al dar completo apoyo, en contra de la ley incluso, a un proyecto de minería de oro a cielo abierto, en la zona norte del país. Aunque la Sala Constitucional tenía que resolver antes de finalizar el año, si autoriza o no el destructivo proyecto, hasta la fecha no se había pronunciado. Costa Rica se dirige a la recta final en su proceso electoral. Preserve Planet desarrollará una campaña contra personas corruptas, ecosidas y enemigos del ambiente, que aspiren a puestos gubernamentales. Dado que no hemos sido dotados de un conocimiento instintivo sobre el modo de convertir nuestro mundo tecnificado en un ecosistema seguro y equilibrado, debemos deducir la manera de conseguirlo. Es a nosotros a quienes corresponde hacerlo El poder de Uno. Recordemos que la verdadera felicidad la experimentamos cuando nos percatamos de que nuestras vidas no están pasando inútilmente, que estamos luchando por ideales nobles y firmes. Sin duda, la tendencia de mayor alcance en nuestros días es un cambio emergente en la visión que compartimos del Planeta Tierra: Dejar de considerar que está a nuestro servicio y experimentar que está vivo. Si al fin aceptamos que la Tierra está viva y vemos que nosotros mismos estamos continuamente contenidos dentro de ese principio vital, veremos que estamos íntimamente relacionados con todo lo que existe. Esa visión interior representa un nuevo modo de mirar el mundo y de relacionarnos con él, y superar esa errónea y profunda separación que ha marcado nuestras vidas. |
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