domingo, 11 de abril de 2010
Laura se aleja del espíritu del 7 de febrero
Laura se aleja del espíritu del 7 de febrero
Como suele decirse, los números son tercos y expresan realidades incontrovertibles. El pasado 7 de febrero, Laura Chinchilla superó en un 10% la votación que el Partido Liberación Nacional obtuvo en sus papeletas para diputados. Fueron casi 200 mil ciudadanos no liberacionistas que votaron por Laura para hacerla Presidenta de la República.
Con los votos propiamente liberacionistas (el 37% de quienes acudieron a las urnas), Laura no hubiera triunfado.
De esta forma, en el recién concluido proceso electoral quedó incuestionablemente demostrado que en nuestro país, ningún partido tiene el suficiente arrastre electoral como para ganar por sí solo una elección y tomar las riendas del país. Es decir, hace falta ayuda para triunfar y también hace falta ayuda para gobernar.
Los primeros movimientos que la presidenta electa hizo comunicándose con las fuerzas políticas más importantes del país parecieron que se orientaban en esa dirección, y así lo percibió y lo saludó la ciudadanía. No obstante, a la hora de conformar gabinete ese espíritu de apertura no se vio materializado en ningún nombramiento, pese a los rumores que circularon en ese sentido y a las propias palabras de la presidenta electa que abrió la posibilidad de integrar figuras no liberacionistas en su equipo de gobierno.
De esta manera, el 8 de mayo arrancará un gabinete no de apertura, de unidad nacional, sino un gabinete de partido. Todo lo contrario al espíritu del pasado 7 de febrero.
Habrá tiempo de ocuparse más en detalle de ese gabinete, pero en esa necesidad nacional por generar consensos, contradictoriamente llaman la atención los nombramientos hechos en la cartera que tiene como primera responsabilidad dedicarse a esa estratégica misión con las fuerzas políticas de oposición y con las organizaciones de la sociedad civil, en aras de construir gobernabilidad y hacer prevalecer el diálogo sobre las acciones de fuerza.
Nos referimos al Ministerio de la Presidencia, y al ministro y viceministro designados: Marco Vargas y Francisco Marín.
Vargas ha sido jerarca en la actual administración y en la de Figueres Olsen, y aunque no se le pueden endosar acciones negativas en la búsqueda de acuerdos, tampoco exhibe importantes ejecutorias que lo promuevan como el arquitecto de los grandes diálogos que la administración Chinchilla y el país requieren.
De Francisco Marín puede decirse que, en sus cuatro años como diputado, ha sido el boxeador por excelencia de la fracción liberacionista, enfrentando a las bancadas de oposición, y la misma actitud ha mantenido con las organizaciones sociales que discrepan del actual Gobierno.
Evidentemente ha habido cambios, y muy importantes, entre las primeras palabras y acciones emprendidas por la presidenta electa, cuando aún el resultado de las urnas estaba caliente, y las decisiones que se están adoptando en la conformación del equipo de gobierno. ¿Cambió Laura? ¿La hicieron cambiar? ¿Resucitó en el PLN el espíritu de “pa’eso tenemos mayoría”?
De continuar esta tendencia, no sería raro que la versión liberacionista de directorio legislativo compartido que se está promocionando, termine reducida a la incorporación en puestos suplentes, de uno o dos amigos diputados, atraídos por las pitanzas del poder.
Franklin Carvajal Bejarano
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